

La televisión argentina atraviesa uno de los momentos más oscuros de su historia. Años atrás, supo ser sinónimo de creatividad, identidad nacional y calidad narrativa. Hoy, ese legado se desmorona frente a una realidad marcada por el escándalo, el maltrato laboral, las denuncias judiciales y un público que abandona masivamente la pantalla chica en busca de nuevas experiencias digitales.
En las décadas pasadas, pioneros como Goar Mestre, Alejandro Romay, Héctor Ricardo García y Jorge Antonio definieron el rumbo de los canales más importantes del país. La llamada televisión de autor ofrecía propuestas pensadas, cuidadas, con una conexión profunda con el espectador.
Durante los '90, las comedias blancas como Grande Pá!, Son de Diez o Amigos son los amigos marcaron a una generación. Y en los 2000, productoras como Polka e Ideas del Sur elevaron la vara técnica y artística, llevando al prime time productos que combinaban calidad visual con masividad.
Pero en los últimos años, ese prestigio se diluyó. El escenario actual muestra una televisión que repite fórmulas vacías, apela al escándalo como única fuente de rating, y pierde terreno frente al crecimiento imparable de plataformas digitales y redes sociales.
Casos como el de Paula Bernini, periodista de TN, quien denunció públicamente malos tratos dentro de la señal de noticias, exponen las condiciones laborales que atraviesan muchos trabajadores de medios tradicionales. Al mismo tiempo, figuras de alto perfil enfrentan graves acusaciones que dañan no solo sus imágenes, sino la confianza en todo el sistema televisivo.
El deterioro de los contenidos y la falta de renovación generacional profundizan esta caída. La audiencia, especialmente los más jóvenes, migran hacia TikTok, Twitch, YouTube o Netflix, buscando autenticidad, cercanía e innovación.
El caso más emblemático de esta crisis es La Peña de Morfi, un programa que comenzó con Gerardo Rozín y que, tras su fallecimiento, parece haber quedado atrapado en una cadena de escándalos:
Jey Mammón fue desplazado tras una denuncia de abuso sexual.
Jésica Cirio debió alejarse por su vínculo con el escándalo del “Yategate”, protagonizado por su ex pareja Martín Insaurralde.
Diego Leuco, actual conductor, enfrentó la exposición pública de su ruptura con Sofía Martínez en pleno ciclo mediático.
Lizy Tagliani fue señalada por Viviana Canosa como “ladrona” y anticipan denuncias judiciales.
Georgina Barbarossa podría asumir nuevamente la conducción este domingo, como medida de emergencia para sostener el formato.
Lo que alguna vez fue un espacio familiar, de música y comidas, hoy es reflejo de una industria en declive que, lejos de reinventarse, parece arrastrarse entre conflictos internos y decadencia creativa.
Mientras el rating cae y los escándalos se acumulan, la televisión abierta parece perder su capacidad de reinventarse. La falta de políticas de producción que apuesten a nuevos talentos, la concentración en figuras desgastadas y la dependencia del conflicto como motor narrativo alejan al público y debilitan al medio.
La caja mágica que durante décadas acompañó a los hogares argentinos se enfrenta hoy a su mayor desafío: recuperar la confianza, la creatividad y el prestigio. El tiempo, y la capacidad de reacción de la industria, dirán si es posible volver a encender la chispa.