Según pudo saberse, el caos se desató cuando los seguidores de la U. de Chile, ubicados en la tribuna alta, comenzaron a arrojar proyectiles como palos, butacas y botellas a los hinchas de Independiente que se encontraban en la parte baja. La agresión desató una feroz respuesta de la barra local. La violencia escaló rápidamente, obligando a la intervención de las fuerzas de seguridad y, finalmente, a la suspensión del encuentro.
Tras la cancelación oficial del partido, las repercusiones no se hicieron esperar. La Conmebol apuntó directamente a la "falta de garantías de seguridad por parte de Independiente" y remitió el caso a su tribunal de disciplina, lo que anticipa duras sanciones para el club de Avellaneda. Por su parte, el presidente de Independiente, Néstor Grindetti, calificó el comportamiento de los hinchas chilenos como "repudiable" y denunció que "destrozaron los baños".
Desde el otro lado de la cordillera, el presidente de Chile, Gabriel Boric, se sumó a la polémica, criticando la "violencia en las barras" y la "evidente irresponsabilidad en la organización" del evento. El mandatario chileno ordenó a su embajador asistir a los heridos en el incidente.