

Lo más alarmante es que el 75% de ellos provienen de hogares donde sus padres trabajan, lo que expone una crisis estructural del empleo y el acceso a los alimentos.
La inseguridad alimentaria severa alcanzó el 16.5%, su nivel más alto en más de una década, confirmando una tendencia creciente desde 2010. El estudio destaca que esta problemática golpea especialmente a hogares pobres, monoparentales y numerosos, con el empleo precario como factor determinante.
Mientras el 67% de las infancias eran pobres en el primer semestre de 2024, y a pesar de una leve baja en la pobreza general por ayudas como la AUH, la inseguridad alimentaria infantil persiste en niveles críticos. El AMBA y el interior del país muestran cifras alarmantemente similares.
El informe subraya que la permanencia escolar es un "factor de protección", evidenciando la interconexión entre educación y alimentación. La inestabilidad laboral de los adultos y la falta de ingresos dignos se consolidan como las principales causas de que el plato no esté asegurado para millones de niños en Argentina.